jueves, 3 de septiembre de 2015

Violencia alimentaria



La violencia tiene múltiples representaciones y una de ellas tiene que ver con el estómago. Entendida como una conducta o situación que deliberadamente provoca sometimiento o daño a un individuo o colectividad limitando sus potencialidades futuras y presentes, todo lo que atenta contra la libre determinación de comer lo que queremos y necesitamos, es una forma de violencia. Se origina con la más cruel de las necesidades humanas, el hambre. Se perfecciona con la perversión en la distribución de alimentos de toda sociedad como mecanismo de control político de sus ciudadanos. La llaman violencia alimentaria.
Cuando perdemos la libertad de escoger lo que queremos comer, cuando no tenemos opciones para elegir entre uno u otro tipo de alimentos, cuando el suministro de comida no alcanza para todos, cuando lo que ganamos no es suficiente para hacer mercado, cuando otros deciden por nosotros lo que podemos adquirir para llevar a la mesa, cuándo y cuánto y dónde debemos abastecernos, cuando, por último, no comemos lo que queremos sino lo que hay, lo que yo como Estado te doy, eso es violencia alimentaria. También lo es castigar y perseguir al que produce para beneficiar a otro que paga con adulación, así como dejar podrir la comida porque es un buen negocio socialista, aunque de socialismo eso no tenga nada.
Pero esa violencia alimentaria tiene otros rostros más visibles que se registran a diario en la prensa. Veamos estos textos extraídos de lo publicado la última semana. En 7% disminuye consumo de alimentos por escasez y alza de precios. Cierra fábrica socialista de atún en lata por falta de materia prima. Trabajadores de la empresa Fextum de Cumaná se ven obligados a paralizar la producción de 2.500 cajas diarias por falta de materia prima y de 80 millones para la compra de aceite y latas para el envasado. En Venezuela uno de cada tres habitantes son obesos por mala alimentación. 

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